Discriminación e igualdad
La discriminación es una práctica cotidiana que consiste en dar un trato desfavorable o de desprecio inmerecido a determinada persona o grupo, que a veces no percibimos, pero que en algún momento la hemos causado o recibido.
Hay grupos humanos que son víctimas de la discriminación todos los días por alguna de sus características físicas o su forma de vida. El origen étnico o nacional, el sexo, la edad, la discapacidad, la condición social o económica, la condición de salud, el embarazo, la lengua, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil y otras diferencias pueden ser motivo de distinción, exclusión o restricción de derechos.
Los efectos de la discriminación en la vida de las personas son negativos y tienen que ver con la pérdida de derechos y la desigualdad para acceder a ellos; lo cual puede orillar al aislamiento, a vivir violencia e incluso, en casos extremos, a perder la vida.
Para efectos de la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, se entenderá por esta cualquier situación que niegue o impida el acceso en igualdad a cualquier derecho, pero no siempre un trato diferenciado será considerado discriminación.
Por ello, debe quedar claro que para efectos jurídicos, la discriminación ocurre solamente cuando hay una conducta que demuestre distinción, exclusión o restricción, a causa de alguna característica propia de la persona que tenga como consecuencia anular o impedir el ejercicio de un derecho.
Algunos ejemplos claros de conductas discriminatorias son:
1.- Impedir el acceso a la educación pública o privada por tener una discapacidad, otra nacionalidad o credo religioso.
2.- Prohibir la libre elección de empleo o restringir las oportunidades de acceso, permanencia y ascenso en el mismo, por ejemplo a consecuencia de la corta o avanzada edad.
3.- Establecer diferencias en los salarios, las prestaciones y las condiciones laborales para trabajos iguales, como puede ocurrir con las mujeres.
4.- Negar o limitar información sobre derechos reproductivos o impedir la libre determinación del número y espaciamiento de los hijos e hijas.
5.- Negar o condicionar los servicios de atención médica o impedir la participación en las decisiones sobre su tratamiento médico o terapéutico dentro de sus posibilidades y medios.
6.- Impedir la participación, en condiciones equitativas, en asociaciones civiles, políticas o de cualquier otra índole a causa de una discapacidad.
7.- Negar o condicionar el acceso a cargos públicos por el sexo o por el origen étnico.
Es importante mencionar que las personas con discapacidad, adultas mayores, niñas, niños, jóvenes, personas indígenas, con VIH, no heterosexuales, con identidad de género distinta a su sexo de nacimiento, personas migrantes, refugiadas, entre otras, son más propensas a vivir algún acto de discriminación, ya que existen creencias falsas en relación a temerle o rechazar las diferencias. No obstante, debemos estar conscientes de que las personas en lo único que somos iguales, es en que somos diferentes.
Discriminación Personas con Discapacidad
La principal barrera que padecen las personas con discapacidad es atribuirles que debido a sus características es imposible su integración plena a la sociedad. Esta mentalidad les ha traído consecuencias graves durante generaciones, pues en lugar de que se establezcan las condiciones necesarias para su pleno desarrollo, se les margina y rechaza al marcarlos como incapaces de formar parte de la visión homogeneizante de la normalidad.
Las personas con discapacidad se enfrentan a fuertes estigmatizaciones que los dejan fuera de toda posibilidad de ejercer plenamente sus derechos. Históricamente se les ha señalado como inútiles, incapacitados, estorbos. Además, han padecido escarnio público y burlas tanto a nivel social como en los medios de comunicación. Incluso en algunas leyes estatales aún se les califica como personas que padecen "idiotismo" o "imbecilidad", lo cual es síntoma inequívoco en la actualidad de una visión excluyente.
Si se suma a esta serie de prejuicios la idea de que las personas con discapacidad, que se calcula que en México existen alrededor de 10 millones según cifras de la Organización Mundial de la Salud, están imposibilitadas para incorporarse a la vida en sociedad, se tiene como resultado una marginación poco fácil de superar. Desde 2008, luego de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, se acordó que el problema fundamental radica en mantener esta visión lastimera, que deja sin poder a las personas discapacitadas; cuando en realidad el problema no está en la discapacidad, sino en la sociedad, en el entorno y en el gobierno, que han creado y fomentado las barreras de un modo en el que no pueden gozar y ejercer sus derechos humanos, civiles, sociales y políticos.
La persecución del albinismo en África, entre la brujería y las responsabilidades políticas
Sara apenas conocía el albinismo. Sara, que ha preferido conservar el anonimato, ignoraba que se trata de una alteración genética y no de una enfermedad. Las enfermedades se contraen y se contagian. El albinismo, no. El albinismo, un desorden metabólico hereditario, se produce por la ausencia de la enzima que transforma la tirosina en melanina, el compuesto encargado de la pigmentación. Por eso, la piel y el cabello de las personas con albinismo posee un color blanquecino compartido por sus ojos. Desprovistos de esa defensa, su riesgo de contraer cáncer de piel aumenta tanto como se reduce su capacidad de visión. Sara lo descubrió hace ocho años, cuando recogió a su «niña» en el aeropuerto. La «niña», mozambiqueña albina de 15 años, aterrizó en Madrid para morir aquí con dignidad. En su tierra natal, una herida precancerosa desembocó en un tumor que le carcomió parte de la cabeza, sobre la nuca. La pericia de los médicos del Hospital Gregorio Marañón logró salvarle la vida tras los maratones de radio y quimioterapia y una operación que le causó parálisis facial a cambio de seguir respirando. «No podré mover la cara, pero voy a vivir», resolvió la muchacha cuando descubrió el precio de la intervención. La noche de antes, solo pidió una cosa a Sara: «Enséñame a insultar en español». Si alguien tenía la ocurrencia de meterse con ella, respondería con exabruptos en ronga y portugués, idiomas de su país, y también en castellano. «Cara de culo», sugirió su acompañante.
«Enséñame a insultar en español»
Sara colabora con Amnistía Internacional (AI) para concienciar sobre el sufrimiento de las personas con albinismo en África, donde no solo combaten el cáncer, sino también la discriminación y la persecución. Recientemente, esta asociación en defensa de los derechos humanos ha denunciado los «secuestros, homicidios o mutilaciones» que sufren en Malawi, donde sus cuerpos son empleados «en prácticas de brujería». Once asesinatos y cinco secuestros desde diciembre de 2014, miedo a ir a la escuela por las agresiones o abandonar las zonas rurales para ir a la ciudad, donde obtienen más protección, son algunas de las consecuencias de una situación que las autoridades evitan resolver. Mediante un comunicado, AI ha exigido «que brinden protección efectiva urgente» a quienes padecen ese acoso, aunque las cifras revelan la gravedad de un problema que sobrepasa las fronteras de ese país. Según datos facilitados por «Under The Same Sun», al menos 166 personas han sido asesinadas y 273 asaltadas en 25 naciones africanas diferentes durante los últimos años. Esta organización, que conciencia sobre su sufrimiento, también recuerda que la violencia se localiza en una región concreta: África subsahariana, donde «el analfabetismo de los adultos es generalmente superior a cualquier otra parte del mundo”, según el historiador británico Richard J. Reid.
Superstición, negocio y política
«Un niño albino tanzano me dijo que en época de lluvia no iba al colegio, porque los maizales crecen mucho», cuenta José María Márquez, director de «África Directo». «Si alguien le amputaba un brazo con los maizales altos, iba a morir desangrado sin que nadie le viera», explica el responsable de esta ONG, presente en varios países del continente. Lo cierto es que las mutilaciones, que a veces se practican con machetes, persiguen arrancar dedos, genitales o extremidades que los brujos emplean para preparar pócimas, brebajes que en teoría atraen la buena suerte o el éxito. Como muestran otros episodios históricos, deshumanizar a las víctimas facilita su asesinato. Las creencias afirman que las personas albinas son en realidad espíritus, fantasmas que no mueren, sino que se desvanecen. Otras destacan su presunta naturaleza «diabólica». Y de mano del disparate, aparece el dinero. «Hay un negocio, porque las personas con estas creencias pagan al brujo para que haga la pócima. Se puede llegar a los 1.800 euros por una pierna. Incluso un hermano vendió a otro por 200», lamenta José Manuel Colón. El director del documental «Black Man, White Skin», nominado a los premios Goya y actualmente comprado por Netflix, ha denunciado a través de su trabajo la persecución que padecen. «En muchos lugares de África no son considerados ni siquiera personas. Cuando los asaltan en Camerún les llaman ‘zeru, zeru’, que significa fantasma», añade. Aunque los actos de crueldad no terminan ahí: las mujeres son violadas por hombres con sida, que creen que así pueden curarse, y los políticos, con sed de poder, también abrazan la barbarie: «En las últimas elecciones locales de Suazilandia se detuvo a varios porque mandaron matar a personas albinas», denuncia Colón.
La complicidad de las élites políticas agrava el problema por su colaboración, pero también por las represalias que pueden emprender en caso de denuncia. Charles Fotso, camerunés albino de 28 años, padre de familia y residente en Madrid, tuvo la suerte de nacer en una familia de la tribu bamileké, originaria de la zona occidental de su país, aunque residente en la capital, Yuandé. «En mi región, las personas con albinismo no están vistas como personas normales, sino como algo superior. Como una especie de espíritu positivo», explica a ABC. Creencia opuesta a la del área septentrional, lugar de procedencia de ciertos mandatarios y donde su condición se considera «una maldición». Allí ningún adulto la padece, porque no les permiten hacerlo. «Se sabe que al nacer se les mata, porque no todo el mundo da a luz en el hospital. El tema era tabú y te podía llevar a la cárcel», recuerda Charles. Su historia supone un ejemplo de lucha, de combate por afianzar la amistad de sus compañeros del colegio devolviendo insultos con bofetadas, ayudándoles con los exámenes a cambio de los apuntes, cubriéndose la piel, ajeno a las burlas, para evitar un sol que «quema, literalmente». Con sus estudios universitarios de Economía y Finanzas casi terminados, Charles colabora ahora con ALBA, la asociación española de ayuda a personas con albinismo, aunque sigue con la mirada fija en África. «Faltan recursos, pero lo que más es el conocimiento», explica. Y también la autoestima: «Si nosotros mismos nos consideramos personas, seremos capaces de buscar las maneras de que esa situación no siga así.»
Tanzania, drama y solución
Los tanzanos con albinismo viven la situación más dramática del continente africano. «Under The Same Sun» ha registrado un total de 160 actos de violencia contra ellos, incluidos 76 asesinatos. El país pertenece al circuito «comercial» donde se trafica con partes de su cuerpo, compuesto por Burundi, Kenia, la República Democrática del Congo, Mozambique, Sudáfrica y Suazilandia. Además, Tanzania registra una altísima proporción de personas con esa condición: 1 de cada 4.000 ciudadanos la padecen, frente a 1 de cada 20.000 en Europa. «Se debe a la endogamia. Al haber vivido aislados a causa de las persecuciones, se casan entre ellos y tienen descendencia. Es un problema de consanguinidad», indica el doctor Pedro Jaén, responsable del Grupo de Dermatología que lleva su mismo nombre. Desde 2008, este equipo de médicos españoles viaja dos veces al año a la localidad de Moshi, una ciudad situada en la frontera con Kenia. «Allí se encuentra el único Hospital Universitario que forma a los especialistas en dermatología de Tanzania y todo el este de África: Etiopía, Uganda, Malawi…», indica el también responsable de la iniciativa. «Es uno de los países con menos médicos por habitante del mundo y hay un número muy bajo de dermatólogos, unos 20. Los dermatólogos no operan el cáncer de piel, que es muy frecuente en los albinos, provoca la muerte y hace que la esperanza de vida sea de 30 años», señala el especialista. El tratamiento «está en manos de los cirujanos». Por eso, formar en ese sentido supone un requisito indispensable.